El ambiente del José Cuervo Salón explota mientras el vocalista, Oliver Sykes de la agrupación Bring me the horizon canta con voz gutural el coro de Diamonds aren’t forever. Los gritos y las ovaciones están en el punto máximo, todos los espectadores comienzan a corear -We will never sleep ‘cause sleep is for the weak-, levantan los brazos y los mueven al ritmo de la canción, al tiempo que en el centro de la pista se abre un espacio en forma circular para los frenéticos que sólo esperan la señal del Oliver para empezar el mosh pit con el propósito de colisionar cual meteoros en empujones, brincos descontrolados, golpes semi intencionados y agitadas de nucas, cabezas, y cabelleras.
El éxtasis es lógico tras dos años y medio de su última visita a la Ciudad de México, con un concierto agotado y una fila que comenzó quince días antes del arribo de los ingleses: Sykes, Matthew Nicholls (baterista), Matt Kean (bajista), Lee Malia (guitarrista) y Jordan Fish (tecladista); quienes se presentaron con el objetivo de promocionar su último álbum, Sempiternal.
Dentro del recinto, la explanada, que anteriormente era una pista de baile de un centro nocturno, está repleta de extremo a extremo por personas que brincan al compás del golpeteo del bombo de la batería de Of mice & men. El calor es impresionante, existe un estrecho espacio entre humano y humano, si es que durante un concierto se llega a conservar esta cualidad en los asistentes, sobre todo al aproximarse al centro y frente del escenario, donde los cuerpos parecen unidos como siameses. A pesar de la proximidad, los espectadores se encuentran en constante movimiento, cada uno se las arregla a codazos, pisotones, rasguños e incluso gateadas para encontrar una mejor y más cercana perspectiva del escenario.
El evento tuvo gran audiencia gracias a que agrupó a grandes bandas de categoría internacional como Bring me the horizon, Of mice & men, Issues y Letlive. Los cuatro grupos complacieron los sentidos de los fanáticos del metalcore y post-hardcore en cuatro horas dedicadas a sus mayores éxitos. Con potentes bombos, estridentes guitarras (post-hardcore) y voces guturales (metalcore), las canciones con extrema fuerza pero con un toque de sonidos de teclado, le dieron variedad y satisfacción a todos los seguidores de cada una de las bandas musicales con su respectivo estilo.
El telón se abre a las ocho de la noche con la presentación de Letlive, quien levanta el ánimo de los que conocen a la banda y motiva a unos más a escuchar su propuesta musical. Mientras tanto, los últimos de la larga fila se acomodan en el mejor lugar para observar la tarima donde se encuentran los músicos, al mismo tiempo, otros van por las primeras cervezas de litro con el objetivo de ambientarse y tener un estimulante más para desinhibirse y disfrutar de la experiencia musical que culmina en catarsis.
En este sitio, más allá de la decoración del escenario que consta de luces de colores morados, azules y verdes, tonos que generan una atmósfera de misterio al principio y fuerza al final de cada presentación, así como el logotipo en tamaño pared de la banda que toca o del disco que promociona; la música adquiere la entera relevancia.
Disfrutar cuarenta minutos de las canciones enérgicas y rítmicas de Issues (segunda banda en aparecer), en los cuales sus seis integrantes se elevan en frecuentes brincos a lo largo del escenario, agitan sus cabezas de largas cabelleras y exóticos estilos. Sus cuerpos tatuados se aproximan al filo de la barda que divide al público de los músicos, para saludarlos y cantar con ellos a coro.
Tras dos horas entre bandas e intermedios, la ansiedad se hace presente en los fanáticos de Of mice & men y Bring me the horizon, pues ellos son la causa de tal cantidad de público, la larga espera de días afuera del recinto es por ambas bandas que agendaron a México para el cierre de su gira denominada The American Dream Tour.
Fila para Bring me the horizon
Junto a la taquilla del José cuervo salón hay un árbol de grande copa que da sombra a las primeras casas de campaña de la futura fila del concierto, con un letrero hecho en un pedazo de cartón, con letras irregulares a plumón negro se lee “Fila para Bring me the horizon”. Aún faltan dos semanas, pero ya existen tres diferentes domicilios improvisados con entre dos y tres residentes cada uno.
El día ha llegado, la fila recorre el largo de la calle Mateo Alemán, donde los vendedores ambulantes abarrotan la acera de frente al recinto con carpas blancas que ofrecen artículos como llaveros, tazas, posters, pulseras, playeras de estampados coloridos en todos los estilos y para ambos sexos, así como encendedores, destapadores y vasos tequileros. Los vendedores permanecen relativamente pasivos, mientras algunos jóvenes se acercan a preguntar precios y verificar el estilo y la calidad de los productos.
La hilera continúa hasta la esquina con Río San Joaquín y se prolonga hacia Lago Zúrich, cuando son aproximadamente las tres de la tarde. Dicha formación se caracteriza por los estragos de horas prolongadas de espera al frente, donde se observan bancos portables, lonas improvisadas, basura de vasos y botellas desechables o cobijas para camas temporales. Al rebasar la mitad el ambiente de ésta se torna en una pintura de colores chillantes que resaltan de vestimentas negras, medias rotas, tenis de bota desgastados, playeras sin mangas con estampados de monstruos; portadas por personajes con cabezas poco cotidianas, rapadas de un solo lado, flecos que tapan los ojos y cabellos de colores fluorescentes, algunos con expansiones en los lóbulos del tamaño de una moneda de diez pesos, la mayoría jóvenes entre 15 y 25 años.
El principio de la colonia Granada, cerca de Polanco, se convierte en territorio de una cultura urbana que gusta del género core, a la cual no le importa esperar más de 12 horas para disfrutar de un momento donde lo socialmente establecido se rompe, tanto en estereotipos como en comportamientos.
El éxtasis es lógico tras dos años y medio de su última visita a la Ciudad de México, con un concierto agotado y una fila que comenzó quince días antes del arribo de los ingleses: Sykes, Matthew Nicholls (baterista), Matt Kean (bajista), Lee Malia (guitarrista) y Jordan Fish (tecladista); quienes se presentaron con el objetivo de promocionar su último álbum, Sempiternal.
Dentro del recinto, la explanada, que anteriormente era una pista de baile de un centro nocturno, está repleta de extremo a extremo por personas que brincan al compás del golpeteo del bombo de la batería de Of mice & men. El calor es impresionante, existe un estrecho espacio entre humano y humano, si es que durante un concierto se llega a conservar esta cualidad en los asistentes, sobre todo al aproximarse al centro y frente del escenario, donde los cuerpos parecen unidos como siameses. A pesar de la proximidad, los espectadores se encuentran en constante movimiento, cada uno se las arregla a codazos, pisotones, rasguños e incluso gateadas para encontrar una mejor y más cercana perspectiva del escenario.
El evento tuvo gran audiencia gracias a que agrupó a grandes bandas de categoría internacional como Bring me the horizon, Of mice & men, Issues y Letlive. Los cuatro grupos complacieron los sentidos de los fanáticos del metalcore y post-hardcore en cuatro horas dedicadas a sus mayores éxitos. Con potentes bombos, estridentes guitarras (post-hardcore) y voces guturales (metalcore), las canciones con extrema fuerza pero con un toque de sonidos de teclado, le dieron variedad y satisfacción a todos los seguidores de cada una de las bandas musicales con su respectivo estilo.
El telón se abre a las ocho de la noche con la presentación de Letlive, quien levanta el ánimo de los que conocen a la banda y motiva a unos más a escuchar su propuesta musical. Mientras tanto, los últimos de la larga fila se acomodan en el mejor lugar para observar la tarima donde se encuentran los músicos, al mismo tiempo, otros van por las primeras cervezas de litro con el objetivo de ambientarse y tener un estimulante más para desinhibirse y disfrutar de la experiencia musical que culmina en catarsis.
En este sitio, más allá de la decoración del escenario que consta de luces de colores morados, azules y verdes, tonos que generan una atmósfera de misterio al principio y fuerza al final de cada presentación, así como el logotipo en tamaño pared de la banda que toca o del disco que promociona; la música adquiere la entera relevancia.
Disfrutar cuarenta minutos de las canciones enérgicas y rítmicas de Issues (segunda banda en aparecer), en los cuales sus seis integrantes se elevan en frecuentes brincos a lo largo del escenario, agitan sus cabezas de largas cabelleras y exóticos estilos. Sus cuerpos tatuados se aproximan al filo de la barda que divide al público de los músicos, para saludarlos y cantar con ellos a coro.
Tras dos horas entre bandas e intermedios, la ansiedad se hace presente en los fanáticos de Of mice & men y Bring me the horizon, pues ellos son la causa de tal cantidad de público, la larga espera de días afuera del recinto es por ambas bandas que agendaron a México para el cierre de su gira denominada The American Dream Tour.
Fila para Bring me the horizon
Junto a la taquilla del José cuervo salón hay un árbol de grande copa que da sombra a las primeras casas de campaña de la futura fila del concierto, con un letrero hecho en un pedazo de cartón, con letras irregulares a plumón negro se lee “Fila para Bring me the horizon”. Aún faltan dos semanas, pero ya existen tres diferentes domicilios improvisados con entre dos y tres residentes cada uno.
El día ha llegado, la fila recorre el largo de la calle Mateo Alemán, donde los vendedores ambulantes abarrotan la acera de frente al recinto con carpas blancas que ofrecen artículos como llaveros, tazas, posters, pulseras, playeras de estampados coloridos en todos los estilos y para ambos sexos, así como encendedores, destapadores y vasos tequileros. Los vendedores permanecen relativamente pasivos, mientras algunos jóvenes se acercan a preguntar precios y verificar el estilo y la calidad de los productos.
La hilera continúa hasta la esquina con Río San Joaquín y se prolonga hacia Lago Zúrich, cuando son aproximadamente las tres de la tarde. Dicha formación se caracteriza por los estragos de horas prolongadas de espera al frente, donde se observan bancos portables, lonas improvisadas, basura de vasos y botellas desechables o cobijas para camas temporales. Al rebasar la mitad el ambiente de ésta se torna en una pintura de colores chillantes que resaltan de vestimentas negras, medias rotas, tenis de bota desgastados, playeras sin mangas con estampados de monstruos; portadas por personajes con cabezas poco cotidianas, rapadas de un solo lado, flecos que tapan los ojos y cabellos de colores fluorescentes, algunos con expansiones en los lóbulos del tamaño de una moneda de diez pesos, la mayoría jóvenes entre 15 y 25 años.
El principio de la colonia Granada, cerca de Polanco, se convierte en territorio de una cultura urbana que gusta del género core, a la cual no le importa esperar más de 12 horas para disfrutar de un momento donde lo socialmente establecido se rompe, tanto en estereotipos como en comportamientos.