“Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.”
El otro - Al pie de la letra
La escritura de Rosario Castellanos fluye en torno a la empatía con el prójimo. Sus versos tienen la clara intención de mostrar ese mundo tan distante, en apariencia, de aquellos junto a nosotros en el metro, en la calle, en el trabajo, en el mercado, en el parque o en la plaza. La literata nacida en la Ciudad de México y criada en la hacienda chiapaneca de su padre, denota en su obra un propósito de denuncia, así como de acercamiento a quienes padecen las dificultades de la simple existencia, los indígenas.
La biografía de Rosario tuvo gran influencia en su escritura. Como vestigio de ello se encuentra su primera novela Balún Canán (1957), Ciudad Real (1960) y Oficio de Tinieblas (1962), conjunto de textos conocido como la trilogía indigenista de la autora.
Hija de César Castellanos, ingeniero y poeta, dueño de grandes extensiones de tierra en Comitán, Chiapas. Rosario vivió, con su padre, madre y hermano sus primeros años en la hacienda de herencia familiar, entre las que se encontraban las fincas “El Rosario” y “Chapatengo”. Creció bajo el cuidado de su nana Rufina, una mujer de origen tzeltal, relación cercana que la introdujo al mundo indígena y sus bemoles.
Su cuento “Aceite guapo” enmarca con crudeza la realidad de la pobreza en las zonas rurales y las dificultades por las que las minorías étnicas deben pasar. A pesar de haberse escrito hace cincuenta años, la vigencia es tal que los prejuicios, la crisis, la discriminación y la falta de esperanza permean en la vida de las personas menos favorecidas. Como le sucede al protagonista de este texto, Daniel Castellanos Lampoy, indígena tzotzil.
El destino fatal
La autora no deja lugar al final feliz. Daniel será despojado de todo, incluso de la esperanza. “Una inconsciencia piadosa lo envolvía durante algunas horas más el miedo no le enfriaría las entrañas; no le haría huir sin rumbo, de un perseguidor desconocido y de un destino inexorable”, escribe Rosario.
El destino descrito en los párrafos de “Aceite guapo” nos deja ver su fatalidad. Sobre todo para los símiles a Daniel Castellanos Lampoy, quienes sufrirán el inevitable proceso de sobrevivir la vejez en un mundo donde la discriminación es acumulativa.
Ser anciano es motivo de relegación social. Ahora, si a esto se le suma su calidad de peón, los motivos aumentarán para ser despreciado. Siguiente, agregue su origen étnico, el de indígena tzotzil. ¿aún no son suficientes razones para segregarlo? Asuma que es completamente pobre. Como resultado puede
vislumbrar claramente el final de su camino. Una vida trágica con un destino aún más trágico.
La presión social y el sistema abrasador que sólo cambia de categorías y nombres, contribuye al hastío, a la resignación, a la melancolía y la falta de esperanza del desgraciado protagonista. Cualquier señal con respecto a mejorar el futuro próximo o cualquier tipo de futuro, es nula.
Trescientos años de historia no han bastado para que este país, ¿para este planeta?, que sólo transforma el mundo en bienestar para los mejor adaptados, para quienes son masa corrupta, para quienes se unen a las filas devastadoras, a las organizaciones parásito, dependientes de esas minorías explotadas, relegadas, sometidas a las vorágine de un sistema aplastante, demandante.
No importa si el cuento de Rosario Castellanos está ubicado en ese 1600 o en aquel 1960, incluso en el presente 2016. Lo relevante es la actualidad y vigencia de las cosas más repulsivas de la vida en sociedad.
La escritora, diplomática, académica y poetisa, reitera a sus lectores y nacionales, la obligación de saber utilizar en lenguaje en favor de quienes tienen voces acalladas. La sintaxis, los recursos literarios, la redacción, la puntuación, las simples palabras, son las herramientas más importantes para dar voz a los que son son escuchados, ni por los seres más divinos.
Además, busca reconocer esta inexplicable e inquebrantable relación entre seres comunes. Al fin y al cabo, a pesar de cualquier síntoma o diferencia física, siempre se encontrará algún punto de conexión con el prójimo, con quien va a nuestro lado en el transporte público, con el organillero de la calle, con el vendedor en el puesto de revistas, con el compañero, con la profesora, con los vecinos. La empatía se logra despegando el ojo del celular, mirando a nuestro alrededor, reflexionando por un segundo, cómo nos sentiríamos en el lugar del otro, preguntándonos si haríamos lo mismo, pensando en alguna solución al conflicto que parece vivir quien está frente a nuestros ojos.
Quizá no todos seamos escritores, pero todos tenemos la capacidad de adentrarnos en los demás, por el simple hecho de que sólo de esta manera lograremos comprendernos a nosotros mismos. Rosario Castellanos lo tuvo siempre presente, su obra es una constante visión hacía el otro, ese ser colectivo observable y comprensible, únicamente cuando nos detenemos un minuto a observarnos.
“Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.”
El otro - Al pie de la letra
Cuento: Aceite Guapo |